Exi. Bienvenidos a Glitch City by Exi

Exi. Bienvenidos a Glitch City by Exi

autor:Exi [Exi]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788408242376
editor: Destino Infantil & Juvenil
publicado: 2021-03-10T00:00:00+00:00


Gigiis me agarró del brazo y me sacó de allí repitiendo ese grito de guerra. Todo el Consejo Estudiantil la siguió imitando la consigna.

Íbamos por los pasillos y en unos instantes se nos había unido una marabunta de estudiantes llegados de todas las partes del instituto. Nadie quería perderse el combate.

Nos plantamos en el hangar no sé cómo, había tanta adrenalina en el aire que todo ocurrió muy deprisa. Sin darme cuenta ya estaba sentado en la esfera.

Algunos de los minions de Chema le masajeaban la espalda, mientras otros le preparaban su dron. Tenía una muy buena máquina: equipada con cuchillos afilados que parecían cuernos y protecciones punzantes para las cuatro hélices. Por mi parte, tenía a Gigiis al lado y era Oscarito el que acababa de afinar nuestra tartana. Estaba claro que tenía las de perder. Mientras tanto, un alumno dibujaba con una tiza en el suelo un círculo de unos ocho metros de diámetro. Al cerrarlo se creó una barrera magnética que llegaba hasta el techo. Supuse que era algún tipo de tecnología flipante y que el combate se desarrollaría allí dentro. Colocaron los drones uno enfrente de otro, como a tres metros de distancia. Respiré hondo y, finalmente, me atreví a formular una pregunta crucial a Gigiis.

—¿Qué es una pelea de drones?

—No pienses, solo repítete esto: túmbalo, túmbalo, túmbalo, túmbalo.

—¿Pero has visto su dron? Comparado con el nuestro...

—¡Shh! Túmbalo, túmbalo, túmbalo.

La verdad es que la consigna era pegadiza: «Túmbalo, túmbalo, túmbalo». Sonaba como unos tambores que retumbaban en mi cabeza y me llenaban de energía. Oscarito me miró y levantó el pulgar.

—Drones enlazados —dijo una voz que no pude reconocer—. ¿Preparados? ¿Listos…?

—¡A luchar! —gritó Sebas con los ojitos en llamas.

Las esferas se cerraron y entré en modo visión dron. Todos los espectadores se pusieron en círculo para admirar la lucha. Para mí, eran gigantes que bramaban como bestias con ganas de sangre. Chema se abalanzó hacia mí y reaccioné como pude. Le di tan fuerte a la palanca que me estrellé contra el techo. Eso descompensó las hélices y tuve que recalibrarlas pulsando los gatillos, pero ese matón no me daba ni un respiro y me embistió de nuevo. Noté el golpe como si me lo hubieran dado a mí.

Caí, pero no llegué a tocar el suelo, seguía vivo. Reequilibré las hélices de nuevo, cada choque las desajustaba (demasiada sensibilidad). Esta vez fui yo el que intenté atacar, pero era como lanzar una piedrita para mover una montaña: imposible. Empecé a notar las primeras gotas de sudor en la frente. Para evitar perder, lo único que podía hacer era convertir la pelea en un correcalles. Si bien el dron de Oscarito no era muy robusto, sí que era ligero y escurridizo. Aproveché esa ventaja para cansarle un poco. Si aguantar en esa esfera era un esfuerzo para mí, también lo sería para él. Conseguí evitar un par de cornadas haciendo unos loops y eso gustó al público, que aullaba. Él se chocaba contra la barrera magnética de tiza una y otra vez, pero no le causaba ni el más mínimo rasguño.



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